Dejar Ir el Miedo, Fluir con la Vida: Una Reflexión de Año Nuevo

Ana Gabriela RoblesBlogLeave a Comment

Cuando actuamos desde el trauma, dejamos que roles arquetípicos limitantes –como el de la víctima, el controlador o el mártir– guíen nuestras decisiones. Pero cuando soltamos esas historias, cuando aprendemos a fluir con la vida, todo se abre.

¿Qué historias te cuentas a ti misma?

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A medida que el año llega a su fin, muchos de nosotros comenzamos a reflexionar sobre lo que fue y lo que queremos que sea. Pero, ¿alguna vez te has detenido a observar las historias que te cuentas? ¿Esas narrativas internas que moldean cada decisión, cada miedo y cada paso que damos en la vida?

Hace unos días, me embarqué en una aventura inesperada, que me enseñó mucho sobre cómo nos limitamos cuando permitimos que el miedo y las viejas historias dominen nuestras acciones. Todo comenzó con una invitación sencilla, que terminó siendo un par de días llenos de fluidez, espontaneidad y muchas reflexiones.

La aventura que me cambió

Mi amiga me invitó a comer a Cuernavaca, y la aventura comenzó cuando decidí recoger a mi hijo, a ella y a sus dos hijos en la Ciudad de México. No había un plan definido, pero había algo claro: íbamos a fluir.

La primera parada fue el restaurante en el que había reservado la comida y NO estaba abierto ese día por ser 25. Un mini fiasco pero tomamos la decisión correcta ahí mismo de movernos a otro lugar en el centro de la ciudad viendo al palacio de Cortés.  

La comida estuvo deliciosa y desde ahí se empezaron a revelar los siguientes pasos. Ellos querían quedarse en Cuernavaca y visitar la Hacienda de Cortez donde se habían hospedado en el pasado.

Así que mientras estábamos en el bosque uno de sus hijos encontró una cabaña donde quedarse cerca de donde yo pasaría la noche en casa de mi madre y nos pareció fantástica la idea. 

Visitamos la Hacienda de Cortés como si nos estuviéramos hospedando ahí y estuvo divino ver esos árboles gigantes, junto con las enredaderas dentro del comedor. Fue una fantástica exploración que nos tocó hacer en el crepúsculo.

Para después ir a su cabaña que resultó estar en un lugar inesperado en una colina oscura cuyo camino parecía desafiar las leyes de la lógica. Como que se acababa en una curva estrecha y luego estaba ahí la entrada de la casa, al pie de un mini desfiladero. De esas cosas aterradoras pero hermosas a la vez.

La sensación de estar al borde de un precipicio era real, pero decidimos confiar y avanzar.

Al día siguiente, caminamos bordeando las hermosas lagunas de Zempoala, echamos un taco ahí mismo (son inevitables) y luego comimos en casa de mi mamá para cerrar el día moviéndonos a mi pequeño paraiso en Amatlán, donde la espontaneidad seguía marcando el ritmo.

La cereza del pastel se reveló esa noche mientras hicimos unas horas de juegos de mesa en donde estuvimos super divertidos todos.

Se habían planteado un par de actividades para el día siguiente, así que amanecimos temprano caminando por un cañón, por el que ninguno había estado. Abriéndonos camino por las marcadas veredas que resultaban nuevas para cada uno. Observando las marcas del paso del agua y admirando lo cerradito del cañón y la exuberante vegetación . 

Dimos vuelta en un punto X marcado por el tiempo para poder volver y presentarnos a la siguiente actividad que fue movernos al Cuautla para echar clavados al cielo.

Uno de los hijos de mi amiga es paracaidista y lleva más de 80 saltos. Así que planteo a su madre la posibilidad de que ella también brincara y nos armamos de valor para hacerlo.

Llegamos al Sky Dive y nos prepararon a todos, brincaremos mi amiga y yo en Tándem y el solo como experto. Nos pusieron el arnés y estábamos listos, avanzamos hacia el avión y que nervio.  Ahí fue donde yo comencé a sentir las mariposas infinitas en la panza, pero sobre todo los discursos matones en la cabeza.

Despegamos y cuando era momento de lanzarnos a mi me entró la duda. Solo vi como el hijo de mi amiga se lanzó al vacío con una valentía que me dejó impresionada. 

Se lanzó él y todos los que estaban en la fila. Yo expresé mi miedo infinito a mi tandem y al final yo no me lancé. Sentí miedo. No un miedo real, sino uno mental, uno que viene del trauma, de esas historias que me cuento sobre lo que puede salir mal.

Así que me quedé en la avioneta y de regreso a tierra, comentando que quizá era más aterrador bajar en la avioneta que hacer el brinco.

Mi lección: Honrar mis decisiones sin juicio ni culpa.

Y así siguió la aventura comiendo con otros amigos en Tepoz, encontrándonos a queridas personas al cruzar una calle hasta que llegó el momento de despedir a mi amiga y sus hijos para un futuro reencuentro mágico y poderoso como lo fue este.

Reflexionando sobre los arquetipos y las narrativas internas

Esa aventura me llevó a preguntarme: ¿Qué arquetipos estoy encarnando ahora mismo? ¿La mujer que no confía? ¿La que se aferra al control porque teme lo desconocido? Me di cuenta de que muchos de mis miedos vienen de esas historias de desconfianza y trauma que, aunque no son reales, han moldeado mi vida.

Cuando actuamos desde el trauma, dejamos que roles arquetípicos limitantes –como el de la víctima, el controlador o el mártir– guíen nuestras decisiones. Pero cuando soltamos esas historias, cuando aprendemos a fluir con la vida, todo se abre.

El poder de fluir con la vida

Estos días de pura fuerza de fuego fueron una lección de fluidez, de cómo cuando seguimos nuestro instinto, la vida nos recompensa con abundancia y conexión. No importa si el miedo nos detiene en algún momento; lo importante es no juzgarnos y seguir adelante.

Ahora, te dejo estas preguntas para cerrar:

  • ¿Qué historias te estás contando que te detienen?
  • ¿Qué arquetipos están guiando tus decisiones ahora mismo?
  • ¿Qué pasaría si decidieras fluir con la vida y confiar en el camino que se abre ante ti?

Fluir no significa no planear, sino permitirnos ser flexibles, confiar en nuestras capacidades y abrazar lo que venga, incluso si nos da miedo. Porque al final, el Año Nuevo no se trata sólo de establecer metas, sino de liberar lo que nos limita para poder avanzar con autenticidad.

Y con la autenticidad de saber que el año nuevo gregoriano marca un ciclo acordado como lo marca también el 21 de diciembre que es la vuelta al sol y el renacer solar cíclico marcado por la naturaleza así como todos los otros años y cuentas del tiempo vigentes.

Lo importante es liberarnos de lo que nos limita y poder avanzar con autenticidad.

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